viernes, 17 de julio de 2009

ANECDOTAS SOBRE LA «HORDA METALICA» DE MIRAFLORES (por WILLY DEL POZO)


-->
Un diario huamanguino, lugar extraño para toparse con una crónica que tenga a la ochentera «Horda Metálica» de Miraflores como tema de fondo y, sin embargo, helo ahí. No se sorprenda nadie al ver en el blog el texto que viene a continuación pues, desde un principio, fue la intención de algunos de nuestros colaboradores el integrar al blog material referido a la movida metal banger, con la cual mantuvo el Rock Subterráneo tantas relaciones y coincidencias, llegando a compartir en la etapa final de la movida subte, incluso, los escenarios al verse casi desintegrado el movimiento. Están avisados.
MARIMBA
Después de los conciertos metaleros de las bandas peruanas ochenteras (Orgus, Sacra, Masacre, Letal, Kranium) acudíamos en mancha los miembros de la «Gran Horda Metálica del Perú» a continuar la marcha bebiendo y fumando hasta el amanecer en la Bajada Balta. Siempre estaban el gordo Vidal, el «Ardilla», Jano Torres (cantante de Sacra), Miguel Tuesta (bajista de Masacre); en fin, la gran gente involucrada en esta movida.
Antes de llegar al «Sunset» pasábamos por el bar «La Cárcel» para comprar pisco sour y cubas libres que se nos presentaban en vasos de plástico tamaño Margarito. Entonces las noches se hacían más agradables.
El «Terruco», un pata del barrio, a veces se ponía las pilas para hacer alguna broma a los amigos, sobre todo a los que recién se conocía. Una tarde lo acompañé a comprar marihuana por Barranco; consiguió un tamal compacto, que a su entender era la mejor que se podía pillar en todo Lima. Años después una amiga, fanática del grupo de power metal Helloween me confirmó lo propio, pues al conocer en persona a Andi Deris, cantante de la banda, éste le manifestó que no había en todo el mundo mejor marihuana que la barranquina.
Nos fuimos para el «Sunset» y mientras yo conducía el auto, el «Terruco» iba armando los tronchos sin que se le esparciera la yerba en el asiento, pues era un experto con los dedos para ello. Me contó que le apetecía joder a Tito, un pata infaltable en las noches sunsetdianas que recién habíamos conocido. Me dijo que tenía en los bolsillos hojas de eucalipto y que iba a liar un porro para dárselo a Tito haciéndole creer que era un “señor troncho”.
Llegamos al «Sunset», y, después de darle curso a una maceta de pisco sour y a unos cuatro canutos en medio de la gente distinguimos a Tito. El «Terruco» lo llamó y le dijo que tenía la mejor marihuana de Lima. Se apuntó al toque y nos fuimos al carro para fumar. Mi cómplice nos repartió un kete a cada uno como si fueran fallos, y empezamos a jalar. Tito comenzó a decir que la marimba estaba de la puta madre, se empezó a cagar de risa e incluso los ojos se le achinaron.
El «Terruco» y yo nos sumergimos en una risotada esperpéntica, tanto que incluso nos atoramos con el humo concentrado en nuestros pulmones. Al terminar el más feliz era Tito, nos llevó a su grupo para invitarnos unos «rocachos» (cubas libres, tomaron ese nombre a partir de los conciertos de rock hechos en la Plaza de Toros de Acho, «RockAcho»). Ahí delante de sus patas el «Terruco» no tuvo compasión de Tito y lo humilló públicamente. Le dijo que lo que había fumado no era marihuana sino el peor y más asqueroso eucalipto que había conseguido de una vieja ambulante y que no sea inútil y más bien aprendiera a reconocer lo que se metía al cuerpo.
Lo lorneó de tal manera que a poco estuvieron de agarrarse a golpes. El «Pato», otro vecino del barrio, también era infaltable de los conciertos metal, una noche levantamos juntos a Úrsula, una gordita muy querida en la «Horda Metálica». A él no le interesaba la hembra para nada, pero detectó la presencia de un tamalazo en su bolso y quiso apropiarse del mismo a como dé lugar. Como los tres vivíamos por San Borja de inmediato le propuso regresar juntos a la casa. En el camino de retorno, el «Pato» me pidió que me agarrara a la gordita mientras él birlaba el ansiado tamal y luego se iría a un parque para armar los canutos. Bajó del coche y como buen amigo empecé a enrollarme con ella.
La situación se tornó incómoda pues el espacio reducido del carro no permitía acrobacia alguna, y más aún si la mujer de turno duplicaba a uno en anchura; sin embargo el polvo fue memorable. Úrsula tenía el cuerpo rollizo aunque sus pechos y sus nalgas eran fortachones.
Pusimos el cassette “Defenders of the faith” de Judas Priest a todo volumen y empezamos a hundirnos en un fornicio tan desgarrador como los acordes de la guitarra de K.K. Downing. Al terminar, la gordita quiso armar un pito y se dio cuenta que el Pato le había hurtado la yerba. “Puta madre, qué pendejo tu pata”, me dijo y nuevamente hundió sus labios entre mis piernas... Mientras tanto el «Pato» daba curso a la yerba en el parque. Ursula y yo sudábamos a raudales compartiendo el aroma de nuestra piel en el carro, hasta que de una forma repentina apareció un patrullero y se estacionó al lado nuestro. No tuvimos tiempo para vestirnos así que solo conseguimos cubrirnos de mala manera con nuestras ropas entremezcladas.
Abrí la luna y conversé con el tombo, felizmente no entró con rodeos y me pidió que le soltase algún billete, al revisar en mis bolsillos no tenía ni un puto inti. ¡La cagada! Úrsula me dijo, ya pues, no seas huevón si no tenemos plata pídele la yerba a tu pata y dásela a estos cojudos.
Me puse mi pantalón, bajé inmediatamente del coche, fui donde el Pato y urgentemente le pedí que me diera el tamalazo o lo que quedaba de él. El «Pato» sorprendido y algo melancólico aunque risueño me entregó el paquete sin titubear. “Esto es lo único que les podemos dar. Es yerba de primera” les dije desprendiéndome del tamal a los tombos que aunque estupefactos, agarraron el paquete y se largaron. Minutos más tarde el Pato se acercaba diciendo con cierta nostalgia: “Es la mejor marimba que jamás había probado”. “Concha tu madre”, sentenció la gorda Úrsula.
Fuente:
Diario Jornada (Huamanga), set. 22 de 2008 (ed. electrónica).

9 comentarios:

Eduardo dijo...

Has leido el libro sobre la jato jarkor de torres rotondo ?

Anónimo dijo...

A ver si alguien pasa información sobre ese libro, que no he oido hablar de ello..seria bacán que se escribiera un pco de literatura urbana , pero de la gente de la movida metal . Que yo sepa no hay ningún libro al respecto.

vidal gonzales dijo...

debes rectificarte...nunca fui a la horda metalica por que me daban vergüenza ajena y no soy soy fumon tampoco...
X SICA ROCACHO FUE EN LA CALLE...
te pido por favor q no m menciones en tus escritos...
VIDAL

Anónimo dijo...

Uno de los cuentos mas aburridos que he leido en los ultimos 30 anos. Por cierto, dos precisiones conceptuales: jalar se refiere a esnifar cocaina y no a fumar marihuana, y los ketes hacen alusion a los pa"quetes" de PBC, Pasta Basica de Cocaina, y no a la marihuana

Anónimo dijo...

Pobre Cojudo que escribe inventos y utiliza los nobres de las personas sin autorizacion y para hablar mal.....

Anónimo dijo...

que tal cojudez de articulo encima c nombres propios SAKEN ESA MIERDA

Jorge dijo...

Las historias contadas en este articulo no tienen nada que ver con la realidad, La Horda Metalica era un grupo de gente (recontra chibolos en esa epoca) que se reunia los domingos en la tarde en La Bajada Balta en miraflores.... Las historias de juergas, polvos y demas, mencionadas en este articulo pertenecen a otra epoca (sunset) y otra gente, y es cagon al mencionar nombres reales de gente que algunos conocimos...

Sid Misious dijo...

Comentario anónimo accidentalmente borrado a la hora de moderarlos: "Puta que con ese tipo de crónicas es comprensible el que algunos piensen que los metaleros son unos fumones buenos para nada".

Rubén dijo...

Oe, tío, hasta las webas ese artículo. Además de aburrido, dice puras webadas contra los metaleros. Cualquiera que lee piensa que la horda era un grupo de fumones decadentes.