Lo que tenemos entre manos es un documento histórico. Un manifiesto “underground”. El retrato de una Lima no oficial, de circuitos alternos, en los que transitaban tipos inconformes, oscuros y hastiados de la complacencia que se respiraba sobre la “superficie” (aunque esto es un decir, pues el rock peruano ha sido en general ninguneado por medios como la radio; incluso bandas accesibles tenían que buscarse un camino forzosamente independiente para sobrevivir). Esta antología, de todas maneras, apunta, de hecho, a una estética subterránea per se. Bandas punk, de garaje, pospunk, hardcore, electrónicas. Todo un mundo de asfalto. Llama la atención, en muchos casos, la precariedad del sonido e incluso la urgencia por expeler, a gritos y guitarrazos sucios, toda proclama de rebeldía, utópica anarquía y descarga emocional. En ese sentido, se hacen imprescindibles pistas como “Represión” de Narcosis, “Esta es la democracia” de Autopsia, “Vivo en una ciudad muerta” de Guerrilla Urbana y “Rata sucia” de Leusemia. Y ni qué decir de los inmensos G-3 con “Traicionado”.
Entre los oscuros, no solo se da la bienvenida a bandas consagradas como Voz Propia (“Espejo quebrado”) o Cardenales (“Esperanza de tu ser”), sino también actos como los entrañables Lima 13 (“Belfegor”) y Feudales (“Angustia”). «La historia del Rock Subterráneo, 1985-1992» incluye 29 pistas y termina siendo no solo un tributo a las bandas presentes en la lista, sino también a las que no están en ella y, por extensión, a toda la fauna rockera que debió romperse el alma para sonar, aunque luego fuera tragada por un país en crisis. ¡Va para todas ellas!
Fuente:
El Comercio (Lima), mar. 7 de 2010, pág. C-17.
Entre los oscuros, no solo se da la bienvenida a bandas consagradas como Voz Propia (“Espejo quebrado”) o Cardenales (“Esperanza de tu ser”), sino también actos como los entrañables Lima 13 (“Belfegor”) y Feudales (“Angustia”). «La historia del Rock Subterráneo, 1985-1992» incluye 29 pistas y termina siendo no solo un tributo a las bandas presentes en la lista, sino también a las que no están en ella y, por extensión, a toda la fauna rockera que debió romperse el alma para sonar, aunque luego fuera tragada por un país en crisis. ¡Va para todas ellas!
Fuente:
El Comercio (Lima), mar. 7 de 2010, pág. C-17.
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