Coincidiendo con el final de una agitada e histórica semana -contando con la presencia del antropólogo punk estadounidense Shane Greene, en presentaciones y conversatorios diversos por la aparición de su libro, y de la economista y politóloga Fabiola Bazo, quien presentara el suyo hace apenas tres meses-, Guillermo Figueroa, baterista de G-3, publicó este fin de semana en un importante diario de circulación nacional su versión gráfica de los orígenes y la trayectoria del Rock Subterráneo limeño. Presentamos aquí una versión digitalizada, junto a la transcripción del texto inserto en la misma.
EL GRITO SUBTERRÁNEO DE LOS 80
Aún recuerdo el 18 de octubre de 1985, cuando tocamos con Autopsia en la Concha Acústica del Parque Salazar, hoy Larcomar, junto a Leusemia, Zcuela Crrada y Guerrilla Urbana. Ese día se daría inicio al segundo concierto de «[El] Rock Subterráneo Ataca Lima». Un año atrás, en ese mismo escenario, había visto tocar a Leusemia, a quienes bajaron por cantar música en castellano, lo que no gustó al público, acostumbrado a escuchar ‘covers’ en inglés y música comercial.
“… En nuestro
grupo hay gente de todas las clases sociales, de diversas realidades, pero un
sentimiento de rebelión contra cualquier poder sobre nosotros nos une. También nos
rebelamos contra las bandas que imitan y cantan en inglés, y en general contra
todo lo que no es auténtico. Estamos unidos por un verdadero sentimiento de
honestidad, de autenticidad” (palabras de una entrevista a José Eduardo Matute,
guitarrista y fundador de Guerrilla Urbana, sobre el Rock Subterráneo, agosto
de 1985).
A comienzos de los 80 se estaba
gestando una movida compuesta por artistas, poetas, escritores y músicos. La música
comenzaba a sonar de otra manera y era auténtica. El primer grupo que escuché
de esta movida fue Leusemia y luego Narcosis. Música con energía, con mucho por
decir e independiente. Y no era música para bailar.
Esta música nació en los barrios,
en los colegios, entre amigos y a pesar de las fronteras sociales. Con terrorismo,
con apagones y coches bomba, sin dinero y con dos gobiernos incapaces de
solucionar los problemas de los jóvenes. No había tiendas de instrumentos
musicales, salvo la de ‘Domingo Rulo’ y una en Paruro que tenía precios
imposibles.
Se improvisaban salas de ensayo
en garajes o habitaciones. Con guitarra acústica, algún bajo prestado, micro y
un pequeño amplificador. En algunas ocasiones, golpeando las baquetas sobre
guías telefónicas que se utilizaban como tambores de batería.
Las letras de las canciones eran
el reflejo de una sociedad desgastada y sin futuro para los jóvenes. Era el
último año del gobierno de Belaunde Terry y políticamente la situación no era
buena. El terrorismo estaba golpeando fuerte en provincias. Se venía el primer
gobierno de García Pérez.
La autogestión, el “hazlo por ti
mismo”, fue la única herramienta que teníamos para hacer y difundir nuestra
música. Nosotros mismos grabábamos nuestras canciones de una manera artesanal y
reproduciéndola en cassettes llamados ‘maquetas’. Pintábamos nuestros polos,
casacas y diseñábamos nuestras propias revistas que imprimíamos en fotocopias
llamadas ‘fanzines’. Ninguna radio nos apoyó en difundir la música, pero
gracias a las ‘maquetas’, la correspondencia por carta y el compartir nuestro
material, fue que los grupos tuvieron difusión hasta internacionalmente.
Nos reuníamos en algún punto de
encuentro como el ex cine Orrantia en Javier Prado, la av. La Colmena en Lima o
la sala de ensayo Fílderes en San Martín de Porres. De ahí, en ‘mancha’,
salíamos hacia los conciertos o para ensayar.
Leusemia siempre ‘jalaba’ a otras
bandas a subir al escenario. Donde tocaba una, tocaban todas. Compartíamos escenario
y también instrumentos.
En el verano de 1985, en plena
campaña electoral y mientras Narcosis estaba grabando su primera y única ‘maqueta’,
se organizaba el segundo concierto en la Universidad Ricardo Palma a cargo de
los Bestiarios. Wicho, de Narcosis,
cantaba “Sucio policía”, y luego Leo Escoria gritaba “pitucos de mierda” a los
alumnos que pifiaban a los grupos por no tocar música comercial y en inglés. Algo
estaba cambiando.
“La unidad
estaba basada en la hermandad, en la colaboración, éramos de diferentes clases
sociales pero actuábamos como hermanos ante las situaciones que aparecían. Nunca
tuvimos rivalidad o envidia, siempre estuvimos unidos” (Raúl Montañez, Leusemia).
En 1985, el «No Helden» también
abría sus puertas en el centro de Lima para hacer conciertos y se convirtió en
un lugar de música alternativa y lugar de encuentro de la movida subte.
En esa época, la Municipalidad
del Rímac organizó un concierto llamado «Rock
en Río Rímac» el cual terminó a balazos luego de un ‘pogo’ con la canción “Sucio
policía” que se volvió ‘bronca’ a consecuencia de no ser bien recibidos los
grupos subterráneos con su música e ideas.
1985 fue el año de despegue de la
movida subte y lo que vendría más adelante. La movida musical iba creciendo y
mantuvimos nuestra posición anarquista y crítica al sistema. Comenzaron a salir
más bandas con nuevas propuestas, uniéndose a la movida subterránea para ser
escuchados.
Los conciertos continuaron y cada
vez más había más gente que asistía. Los jóvenes estaban en busca de algo
diferente a lo convencional, había rebeldía y un pensamiento en común en la
música. Las radios no llenaban las expectativas (igual que ahora).
La situación del país comenzó a
ponerse más difícil con el gobierno de García Pérez y su populismo. El terrorismo
iba tomando posiciones y quiso infiltrarse en la movida subterránea.
Las fuerzas policiales y armadas
también comenzaron a reprimir y detener sin garantías. Más adelante, muchos
jóvenes de la movida fueron detenidos arbitrariamente. La calle se comenzó a
poner más dura y los apagones comenzaron a ser frecuentes. Se impuso el toque
de queda, lo que nos obligaba a veces a dormir escondidos en la calle.
Algunos de los nuevos grupos que
ingresaron a la movida, que venían con pensamientos radicales, comenzaron a
cuestionar las apariencias, el nivel social y trataron de establecer reglas. Para
nosotros, nuestra primera regla era no tener reglas. Con estas nuevas bandas,
la actitud que tomaron y las reglas que quisieron imponer, pienso que comenzó
el principio del fin del Rock Subterráneo.
Lo que vendría después sería
positivo, ya que marcó el camino para que salgan bandas independientes y se
generen dentro de lo que fue la movida subte otras vertientes musicales que
ayudaron a fortalecer la escena y darle variedad. Muchos de los músicos que
integraron estas primeras bandas luego formaron otras bandas que hoy en día
están vigentes y suenan a nivel nacional e internacional.
Hubo otros antes que nosotros,
que marcaron el camino. Del Pueblo, del Barrio fue uno de esos grupos que marcó
historia. Tampoco hay que olvidar la gran y poderosa movida metalera del Perú. Hoy
en día, podemos ver, a diferencia de esas épocas, que niños de corta edad
pueden tener un instrumento y comenzar a tocar. Hoy en día, felizmente, hacer
música o rock ya no es mal visto y tampoco significa “ser misio”.
Fuente:
Perú.21 (Lima), may. 6 de
2017, págs. 14-15.
1 comentario:
Es curioso.Ahora todos son subtes, y casi todos se concentran en la primera etapa del rock subte. Una vision muy generalizada, aunque hubiera tocado algo sobre la movida HC Barranquina y sus diferencias con los subterraneos.
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