Puta’on, estaba soñando mostrazo que vivía dentro del desagüe con Flatulencia y tocábamos y todos los mojones bailaban, choche, igualito al último concierto en Los Reyes Rojos, compadre, la caca haciendo pogo y todo el sistema alienado asustadazo. Oe, era bacanazo porque después del concierto en el desagüe, puta’on, todos nos quitábamos al Palacio de Gobierno a computar un grupo metalero que tenía de vocalista, oe, a Alan García, choche, y puta’on, cantaba un tema contra los banqueros y Bedoya, con mi viejo y mi vieja a los costados, puta’on, hacían un coro con el estribillo “y va a caer, y va a caer”, puta’on, y los banqueros se mandaban su pogo y todo era, oe, puro sistema alienado de los metaleros y los pitupunk, porque terminaban todos cantando “tengo una vaca lechera”. Puta’on, justo cuando seguía el sueño con la respuesta que daba Flatulencia, oe, siento una huevada en la cara y abro los ojos. Puta’on, tenía una pata con media en el cachete, choche. Puta’on, ajusté bien mi foco de luz y computo a un patita que entraba por la ventana que está junto a mi catre, ¿manyas? Puta’on, cuando el choro ampayó que yo me había despertado, sacó una punta y me la puso en la garganta, puta’on, y con el dedo me hacía "shhh". Puta’on, cuando lo miré bien, me di cuenta que el choro era el Huevo Pérez, choche, un pata del barrio que era buenazo en guitarra eléctrica y computaba cómo grabar bien las maquetas, pero oe, entró al pastel y mancó, choche, puta’on, sólo empezó a vivir para sus tolas. “Huevito”, le dije, y el loco me contestó bajito que si hacía roche me daba vuelta. Puta’on, no me conocía el Huevo, choche, porque en ese momento, oe, él era un subterráneo quitando sus riquezas al sistema alienado capitalista y si fuera comunista también alienado, choche, a pesar de que en mi jato no hay riquezas sino huevaditas nomás. Puta’on, me levanté del catre y le dije que lo iba a ayudar en su chamba, oe, y el Huevo casi se raya porque lo empecé a guiar a donde pudiera encontrar huevadas para poner al palo, choche; puta’on, yo no le entro al pastel pero me vacila la destrucción del universo, ¿manyas? Puta’on, fui a la cocina y le traje la bolsa del pan para que metiera, oe, las tabas lustraditas y las medias nuevas de Abel; puta’on, después entramos de puntitas al cuarto de mis viejos donde nos alzamos el radio y después abajo la licuadora y un cenicero de la sala. Puta, cuando estábamos buscando más, oe, encontré la botella de ron que mi viejo encaleta para chupar sin que mi vieja lo joda. Puta’on, Huevito, le dije, vamos a tirar trago y déjate de huevadas. Oe, al toque se sentó en la sala y a oscuras empezamos a acordarnos de antes y puta’on, nos emocionamos y compusimos juntos un tema de puta madre, choche:
Puta’on, estábamos cantando a gritos, choche, y en eso bajó Abel diciendo que lo raptaban y detrás de él mis viejos, puta, con las escobas para agarrar a palazos a Huevito, puta’on, una pobre víctima del sistema, y se armó un chongazo mostrazo, puta, pero después fue bien tranca explicárselo al tombo que vino…

¡Qué horror, santo Dios, lo que hemos tenido que pasar en mi hogar! Todo porque el gobierno ha quitado el toque de queda y estamos expuestos a que pase cualquier cosa, señor. Fíjese, yo estaba soñando plácidamente una cosa maravillosa. Se trataba de que mi santa madrecita se divorciaba de ese hombre que es mi padre y formalizaba nuevo compromiso con Bedoya, señor, el único ser que tendría derecho a ser su esposo por la dignidad que tiene, y se casaban en una ceremonia maravillosa, religiosa a pesar de estar divorciados, pero en mis sueños todo vale, ¿ya? Bueno, y después de la boda nos íbamos donde cada uno de los banqueros, esos señores tan decentes que han visto violar sus legítimos derechos, a devolverles sus bancos porque Bedoya no era Presidente sino Rey del Perú, igual a esas cabezas coronadas que salen en los Hola que mi madrecita compra de segunda mano en el mercado. Bueno, y en la noche de bodas el Rey Bedoya y
Linda mi poesía, maravilloso mi sueño, hasta que me desperté porque sonó la ventana del cuarto y qué cree que descubro cuando abro los ojos, señor, a un cholo horrible con un puñal amenazando a mi mellizo. Casi muero, santo Dios, pero mi instinto de conservación hizo que me quedara calladito y me hiciera el dormido. Pero me fleté una conversación entre mi hermano Caín y el ladrón que me pareció demasiado. Caín lo trataba como a un igual porque era su amigo del barrio, y yo me quería morir porque me sentí expuesto a que el delincuente me violara. Por eso me seguí haciendo el dormido e hice una mueca bien fea, no fuera a ser que mi rostro de ángel bueno despertara en el insano sus bajas pasiones. Después el par de salvajes salieron a robar íntegra mi casa, los artefactos eléctricos, los muranos, la platería, las joyas de mi madrecita, no contentos con haberse llevado mis pertenencias más íntimas. Pero yo, erre con erre, haciéndome el dormido porque mi integridad era lo que más me interesaba en ese momento. Cuando sentí que estaban por la cocina, en ese momento me levanté y de puntitas entré al cuarto de mi madrecita, y cuál fue mi espanto cuando descubro que ese hombre que es mi padre estaba durmiendo encima de ella, presionándole con su cuerpo el único seno que le queda, porque, señor, estaban durmiendo desnudos. Felizmente que yo les tenía que comunicar lo del ladrón porque con ese pretexto le di unas duras palmoteadas en la espalda a ese hombre hasta que se despertó y dejó libre a la autora de mis días. Cuando reaccionaron les expliqué en susurros lo que estaba pasando. De inmediato ese hombre que es mi padre empezó a desarrollar un operativo de seguridad magnífico mientras mi progenitora y yo cantábamos bajito los himnos a la virgen que nos enseñan en la parroquia. De pronto sentimos que en la sala sonaba algo así como uno de esos espantosos conciertos de los que participa el Caín, mellizo mío por desgracia. No podía creer que ese hermano se hubiera puesto a cantar con el ladrón, lo único que se me vino a la cabeza era que me iban a secuestrar para pedir rescate y bajé hecho una noche a pedirles que no traigan desgracia al hogar, seguido de mi madrecita y ese hombre con palos de escoba, listos para protegerme. Cuando llegamos a la sala efectivamente estaban bebiendo juntos y cantando cosas horribles. El policía que después trajo ese hombre que es mi padre no entendió nada y se fue, dejándonos con el terror en casa…
Fuente:



































